Todo el mundo padece estrés en algún momento de su vida y la mayoría de las veces es algo corriente y de lo que no debemos preocuparnos. Sentir estrés ante una situación nueva o exigente es normal. Sin embargo, para muchas personas, acaba por convertirse en un problema cuando la situación se alarga en el tiempo.
Te explicamos qué es el estrés, cuándo puede convertirse en un problema y algunas claves para poder controlarlo.
¿QUÉ ES EL ESTRÉS Y CÓMO SE PRODUCE?
El estrés es el mecanismo por el cual nos preparamos para reaccionar ante situaciones nuevas, de gran exigencia o peligrosas. Se debe a la liberación de hormonas específica, como la adrenalina o el cortisol, que son las que activan el cerebro para que esté más alerta, tensan los músculos y aumentan la frecuencia cardiaca, entre otros efectos.
Cierto nivel de estrés no es malo, de hecho, es beneficioso porque nos ayuda a adaptarnos a las circunstancias: todo el mundo conoce esa sensación de cosquilleo cuando empieza un nuevo curso, un trabajo, un nuevo reto… Este mecanismo también nos ayuda a reaccionar mejor cuando estamos ante una emergencia, por ejemplo, cuando vemos un accidente por la calle y acudimos a socorrer.
El problema viene cuando esa situación se prolonga en el tiempo y el estrés no es solo una reacción puntual, sino que se vuelve crónico. Si los problemas en el trabajo no terminan nunca, si el nuevo curso es demasiado exigente, o si ocurre un problema familiar que parece que no tiene solución (por ejemplo, cuando un allegado enferma), entonces nos instalamos en el estrés constante que ya no proporciona nada bueno.
EL ESTRÉS, ORIGEN DE MUCHOS MALES
El estrés crónico está detrás de muchos problemas que nos causan malestar, que afectan a nuestra calidad de vida y que, incluso, pueden llegar a enfermarnos. Muchos de estos efectos son conocidos pero, otros, se pueden confundir con enfermedades:
- Caída de pelo y problemas de piel, como el eczema o acné.
- Dolores de cabeza y contracturas.
- Problemas intestinales: diarrea, retortijones, sensación de “estómago cerrado”.
- Problemas de sueño.
- Aumento de la presión arterial.
- Cambios en el estado de ánimo: agitación, sensación de agobio, irritabilidad, tristeza, falta de motivación, problemas para concentrarse, tendencia a comer en exceso…
Cada persona responde diferente al estrés, así que los síntomas varían mucho de una a otra. El común denominador es que el estrés aumenta el riesgo cardiovascular, de obesidad, diabetes, depresión y ansiedad, por lo que no se debe tomar a broma.
¿ES LO MISMO LA ANSIEDAD QUE EL ESTRÉS?
El efecto más directo y común de un estrés prolongado es la ansiedad. Mientras que el estrés es la reacción de nuestro organismo cuando existe una circunstancia estresante, la ansiedad, en cambio, continúa aunque la situación estresante haya desaparecido. El estrés crónico puede desencadenar ansiedad, aunque ésta última puede aparecer sin motivo aparente.
Por ejemplo, una persona que haya tenido que enfrentarse durante meses o años a un problema puede acabar por desarrollar ansiedad que continuará incluso cuando todo se haya solucionado. Algunas personas a las que les puede pasar esto han tenido problemas económicos, han estado al cargo de un familiar enfermo o dependiente, han pasado por episodios traumáticos, etc.
CÓMO LUCHAR CONTRA EL ESTRÉS
Las causas del estrés no siempre resultan evidentes. Muchas personas llevan una vida que consideran “normal” y, sin embargo, están sufriendo. Pero, si se analiza con cuidado lo que ocurre en la vida de esa persona, casi siempre se puede encontrar un origen para su estrés: una hipoteca que vence, problemas familiares, un exceso de autoexigencia…
Por eso, para controlar el estrés, lo primero que se debe hacer es analizarse cuidadosamente: ¿qué es lo que más me preocupa en el día a día? ¿Qué pensamientos ocupan más tiempo en mi rutina? Una vez localizada la causa, actuar contra ella será lo más efectivo a largo plazo. En ocasiones, puede ser necesario acudir a un profesional para que nos ayude en esta labor.
No obstante, hay algunos consejos que todos podemos seguir para reducir el estrés:
- Realizar algún ejercicio. La actividad física es muy efectiva para conseguir un estado relajado. No hace falta que sea muy intensa, con un paseo diario puede ser suficiente.
- Evitar la cafeína, el alcohol y el tabaco. Todas las sustancias estimulantes incrementan el estrés.
- Mantener los lazos sociales: buscar momentos de calidad para estar con la familia y amigos.
- Aprender y practicar algunas técnicas de relajación, como la respiración profunda, el yoga o el taichí.
El estrés puede afectar a muchos aspectos de nuestra vida diaria y acabar derivando en una situación más difícil de controlar o incluso en enfermedad. Por eso, pon freno al estrés crónico y ¡mejora tu calidad de vida!